Lo que se hereda no se hurta dicen… Mi mamá siempre fue una persona que estaba constantemente haciendo algo, pintando, bordando, tejiendo. Durante 20 años tuvo un taller de ropa de cuero y gamuza en mi casa. Yo estudié Historia y Estética -lo mío era la investigación y los libros-, jamás pensé que iba a terminar con un taller en mi casa igual que ella.
Además de escribir siempre me gustó relacionarme con las personas, especialmente con las que necesitan una oportunidad para surgir, para contar su historia, para demostrar que las habilidades son transversales y enriquecen el mundo.
El año 2005 quise darme un respiro editorial y dedicarme un poco a eso. Tomé clases de tejido a telar, hilado y teñido con la Mónica Bravo, diseñadora textil que ha dedicado su vida a la enseñanza y rescate de las técnicas artesanales de los pueblos precolombinos.
Paralelamente, y con el acceso a la lana de un criadero de alpacas de la zona de Panguipulli, empecé a contactar mujeres que quisieran complementar parte de su tiempo como dueñas de casa al tejido a telar. La gran mayoría decía no saber mucho al respecto, pero resultó que se habían criado con abuelas o madres tejedoras, entonces tenían mucho que aportar.
Todo fue muy intuitivo y jamás pensé que este “respiro” pasaría a ser mi proyecto de vida. Cada tejido que recibíamos era como una guagua, piezas únicas tejidas a telar mapuche, en cuyos hilados participaban más de 20 mujeres y por qué no decirlo, los hombres de la casa en tiempos de lluvia. Luego de un proceso de lavado a mano y terminaciones cada chal estaba en condiciones de hacer más acogedor un ambiente, de contar una historia, de vincular el diseño contemporáneo con la artesanía tradicional.
Con el tiempo fuimos conociendo tejedores de otras zonas de Chile y ampliando los estilos de tejido y materiales de acuerdo con las necesidades que iban surgiendo. Desde Arica y Colchane, Valle Hermoso, Santiago, Chillán y Curacautín recibimos materiales o tejidos mandados a hacer con diseños propios y de colores naturales o teñidos en el taller.
Como complemento a la lana de alpaca y oveja empezamos a trabajar con géneros de lino y fibras naturales. Así tuve la suerte de convertir mi gran afición por la costura en un camino suplementario que amplía las posibilidades de creación. En el taller de la Beatriz Labarca puedo aterrizar la creatividad y manejar las mejores técnicas, sin dejar nunca de lado la preocupación por los detalles y la opción por materiales de primera calidad, que perduren en el tiempo.
Actualmente soy la cara visible de esta iniciativa, pero ella no sería posible sin el equipo de mujeres que hay detrás. Desde un principio la Roxana ha sido un pilar indispensable gracias a su trabajo de hormiga en el tejido, teñido, lavado y terminación de cada producto. Su hermana Liliana nos apoya en el tejido, al igual que Luis, Jeanet, Marina y sus cercanos; Valentina y Luisa en la costura; Belxibell es un tremendo apoyo en el día a día de las ventas y contacto con los clientes. La Alejandra nos saca trote con las redes sociales y la imagen visual de la marca, la Viviana en la fotografía.
Cada textil de maidaleblanc refleja una serie de compromisos de este grupo humano:
Producto hecho en Chile